Viernes, 26 de abril de 2024

llamamiento a la normalidad

Me da igual que seas gay. ¡Esto es NYC!

Vivo en Manhattan, en un barrio gay y me encanta. Lo sé, esto parece postureo, pero no lo es.  En Nueva York, Chelsea ha sido tradicionalmente un barrio con importante raigambre gay. Pero de la 8ª a la 10ª avenida, por la zona del mindtown, no se quedan cortas. De hecho, la iglesia católica que frecuento, de St. Paul (Columbus Av. con la 60th),  es conocida por ser una de las que lleva la pastoral homosexual en la ciudad. Y sin enfrentamientos ni atentados contra la libertad religiosa como en mi querida España. Y en la semana homosexual por antonomasia, se ha aprobado por cinco votos a favor y cuatro en contra, las uniones homosexuales en todo el país. Así que por aquí andan de celebraciones, pero sin la beligerancia ibérica. Porque aquí amigos, la gente vive su vida y punto. 

Por eso, querido colectivo gay de España: os hago un llamamiento a la normalidad y naturalidad. Si esa opción vital (no solo sexual) la has elegido libremente, bien por ti. En general, no me importa con quién compartes tu vida y quizá, tu plan de pensiones así como con quién te acuestes o con quién te levantes, (este dato no me interesa de nadie, nunca. Pertenece a la intimidad de cada uno). Lo respeto*.

Admitámoslo: ya estamos en la tercera o cuarta generación post revolución sexual. Yo pertenezco a la primera generación de hijos de divorciados, y eso si que es heavy. Somos esa gente que hemos experimentado en grado superlativo, la desestructuración familiar y la posterior desestructuración social. Cierto que no habremos vivido ni la hambruna ni la guerra, pero emocionalmente hemos crecido en un ambiente hostil e inestable que ha contribuido a que hoy seamos más blandos y débiles que ayer y tengamos hambre de afecto, seguridad y de calor de hogar. Esto también hace que seamos capaces de entender el sufrimiento que otras personas pasan en muy diversas situaciones. Y porque no hablemos todo el rato de ello, no quiere decir que no lo respetemos. Salir a buscar fuera, lo que no se tiene dentro puede ser peligroso. Me refiero a cosas como el autoestima, el amor propio o la personal y libre aceptación. No me impongas tu estilo de vida y sobre todo, respeta que te respete y no trates de poner mi natural sexualidad (heterosexual) en entredicho. No la ataques, porque me faltas el respeto,  atentas contra a mi libertad y sobre todo, distorsionas la convivencia pacífica. Porque si atacas como colectivo, habrá respuesta de otro grupo. 

La aceptación es una cuestión personal, no colectiva. Yo os acepto como sois. Tengo amigos y parientes gays y lesbianas a los que quiero y respeto, siendo este afecto algo recíproco. Y del mismo modo que me cansa la espiral informativa sobre Pablo Iglesias, Mayli Cyrus, Grecia, Rajoy o Ylenia, me agota la presión sobre los temas LGTB en general. A ver, estás en la agenda de todos, desde la ONU hasta los ayuntamientos. Lo has conseguido y si era lo que querías, colectivo gay, ¡ole y ole! porque ya lo tienes. Nos sé de qué servirá, pero es una conquista social anhelada y ahí está. Pero de verdad, destierra la artificialidad y el discurso casposo. Recuerda que los años y las generaciones van pasando y algunos siguen con los mismo clichés y discursos de los 90. Los millennials somos otra historia, y aquí en Nueva York se nota. Y no es porque la sociedad sea más abierta, o haya más libertad, sino que es porque cada uno vive su vida sin meterse en la del vecino (España, el deporte nacional es criticar, juzgar y husmear en la vida del vecino, así que pongámonos las pilas es esto...). En mi barrio neoyorkino no hay problemas de convivencia por razones de raza o de orientación sexual. Y no es porque la gente mole más, sino porque cada individuo así lo decide. Quizá Texas no sea un lugar seguro si piensas diferente (tampoco creo que lo sea para mi), pero en general la convivencia pacífica y respetuosa es un hecho.

A título individual, un gay mola, puede ser pesado, charlatan o simpático, como todo hijo de vecino; como te puedo parecer yo. Pero a nivel de colectivo, eso otra historia... te presentas como estridente, alocado, chillón, vengativo y un pelín escandaloso. Y de verdad que la gente de mi barrio con la que convivo a diario no es nada de eso. Los hay educados y simpáticos, los hay extrovertidos y humildes... pero no reúnen todo un festival de estridencia en su persona.  Aunque el colectivo gay en mi escala de grupos sociales ha subido muchas posiciones gracias a la última campaña de Dolce & Gabbana 'Viva la mamma', aunque tampoco profundizaré más en ello.

Queridos todos, no quería dar doctrina. Tan solo mandar un mensaje sosegados ante la radicalización propia de estos días, tanto de unos como de otros. Fuera de la burbuja nacional, las cosas se ven de otra manera. La convivencia y el respeto son posibles. ¡Brindo desde algún rooftop por un día del Orgullo Ciudadano!


* He repetido la palabra respeto y sus variantes al menos ocho veces. No he buscado sinónimos a propósito. Tampoco he querido usar la palabra tolerancia, por esa noción filosófica que se refiere a permitir lo malo. Y si algo nos está enseñando este Papa es a no juzgar al vecino, porque con dicha vara nos juzgarán a nosotros (y donde realmente importa). 



Comentarios

Por Visor 2015-07-02 14:40:38

Un artículo muy razonable. Sin embargo tiene un pero y es que algunos, por supuesto no todos, Gays utilizan ese dicho asturiano de El que más chifle, capaor. Quiero decir que con esos rasgos entre lo soez y lo histérico de los desfiles gays han conseguido iluminar la Casa Blanca con los colores de la bandera arcoiris. No dejarán de gritar; no asumirán nada, naturalmente, tienen mucho que conseguir aún. ¿Se imaginan a un profesor con derecho a decir en un colegio que es tan natural que a Pepito le guste Ricardito como que a Pepito le guste Teresa?. Llegaremos a verlo si es que no se está produciendo ya. Por supuesto que no tengo nada contra los gays. Hay excelentes personas entre ellos como en otros grupos humanos. Yo elegiría un colegio donde el derecho fuese el de los padres a elegir la formación de sus hijos.


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