Ahora está de moda decir que se acatan las sentencias aunque no se compartan ¡Por supuesto! ¡Qué remedio! Toda la fuerza coercitiva del Estado está detrás del cumplimiento de una sentencia, sobre todo si se trata de un ciudadano de a pie porque si es uno de los "grandes", a lo mejor no le "toca" el imperio de la Ley, véase sino a "Los Albertos" que no entraron en la cárcel y fueron indultados por el Gobierno, después de haber estafado a miles de ahorradores españoles.

Los medios de comunicación nos informan, cada cierto tiempo, de la existencia de sentencias que en el mejor de los casos se pueden calificar de "pintorescas", en las que los jueces parece que viven en una realidad paralela al resto de los mortales, claro que no es tan difícil de entender si pensamos que al ser el único colectivo que no sólo se encarga de juzgar a los demás sino también a ellos mismos, esa situación produce el resultado de que lógicamente tus colegas sean más benévolos a la hora de enjuiciarte, ya que nunca se sabe si hoy por ti, mañana por mí, y así suceda que un juez que mató a su mujer, hace ya años, fuera solamente condenado a un año de prisión, es decir, que ni la pisó ¡Vamos lo mismito que a cualquiera!

Bien, pues la última originalidad que se le ha ocurrido a uno de nuestros sesudos administradores de justicia es que unos abuelos tengan que prescindir de una parte importante de su pensión, con lo generosas que son en España, para ayudar a la manutención de un nieto ¡Pobres abuelos! Esta sociedad los ha convertido en una especie de canguros, proveedores y recaderos sin sueldo y sin derecho a descanso y ahora a contribuir como si no lo hicieran ya en demasía, pero no es bastante, su señoría debe considerar  que sólo son sujeto de obligaciones pero no de derechos porque del régimen de visitas y de su contribución a la educación del nieto no dice nada. En fin que los ha relegado a la condición de monederos con patas.

Es verdad que se "agarra" a un artículo de Código Civil que habla del derecho de alimentos entre los parientes de segundo grado pero para dar alimentos hay que poder y cuando uno ya ha criado a sus hijos, que le vengan en la vejez a encomendarle la manutención de una nueva hornada de descendientes, es evidente para cualquiera que no sea juez, que les estamos exigiendo demasiado,  y por tanto se está perpetrando una injusticia. El juez debería haber tenido en cuenta que ni la más alta pensión del Estado es tan abundante como el sueldo de su señoría.