Lunes, 16 de junio de 2025
Aplazar una solución deja a estos niños vulnerables al adoctrinamiento del grupo terrorista y hará más difícil su futura reinserción
Los 'hijos' de Estado Islámico, un problema aún sin resolver pese a la caída del califato
Esta misma semana, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, llamaba la atención sobre estos niños. Según su oficina, casi 58.000 menores de edad de 60 nacionalidades están confinados y hacinados en campos de la zona controlada por las milicias kurdas sirias. Más de 8.000 de ellos son "nacionales de terceros países", una cifra en la que no se incluye a los sirios ni tampoco a los iraquíes.
"Las tremendas condiciones de estos campamentos suponen un terreno fértil para grupos extremistas o terroristas como Estado Islámico, que aprovechan el sufrimiento de la gente como herramienta de reclutamiento", advirtió Bachelet, repitiendo un mensaje que se ha convertido en un mantra que han venido repitiendo tanto la ONU como las organizaciones humanitarias y de Derechos Humanos.
En particular, se ha reprochado que los países de origen de muchos de estos niños, o al menos de sus progenitores, se nieguen a recibirlos de vuelta. Es más, como recordó la jefa de Derechos Humanos de la ONU, en algunos casos se les está privando "de su nacionalidad, lo que potencialmente les convierte en apátridas".
Sin embargo, tal y como sostuvo Bachelet, "una vez que estas personas han regresado a sus hogares, los estados pueden avanzar con medidas de rehabilitación y reinserción, así como investigaciones y, de ser necesario, procesamiento" en caso de que "haya pruebas suficientes de conducta criminal".
Algunos países, entre ellos Francia esta misma semana y otros como Bélgica o Países Bajos, han procedido a repatriar a algunos de estos menores, en ocasiones sin estar acompañados de sus progenitores, en particular de sus madres, que son las que en la inmensa mayoría de los casos están recluidas junto a ellos en Al Hol, así como en Ain Issa y Roj.
"Repatriar a niños sin sus padres y específicamente sin el consentimiento parental, en casos en los que los padres están vivos, podría contravenir el Derecho Internacional y suscita cuestiones morales sobre el bienestar de los menores", subrayan Myriam Francois y Azeem Ibrahim en el informe 'Los hijos de los detenidos de Estado Islámico. El dilema de Europa', publicado por el 'think-tank' Center for Global Policy (CGP).
"Pero dejar a las familias en los campos corre el riesgo de exponer a los niños a una mayor radicalización y a un creciente resentimiento, lo que planteará graves desafíos de seguridad si no se aborda", previenen los autores, que alertan además de la posibilidad de que los campos se "desintegren" como resultado de una vuelta del conflicto a esta parte de Siria. Esto podría provocar que los menores fueran reclutados por los grupos armados o fueran víctimas de las hostilidades.
Mantener a estos niños --y a sus madres y el resto de detenidos-- en estos campos, en condiciones pésimas, con apenas servicios básicos y con la nueva amenaza ahora de la COVID-19, supone además, como previenen Francois e Ibrahim, una fuente excepcional de propaganda para grupos terroristas como Estado Islámico como en su día lo fueron las imágenes de las torturas a detenidos en la prisión de Abu Ghraib, en Irak, por parte de militares estadounidenses.
Pero tampoco sería una opción para ellos el que, por cambios en la composición de fuerzas en el terreno, los campos pasaran a estar controlados por el Gobierno de Bashar al Assad. Ya en el pasado, recuerdan, el presidente sirio procedió a "la manipulación y la liberación estratégica de prisioneros", en referencia a yihadistas excarcelados en los compases iniciales del conflicto, por lo que los detenidos, en particular los de origen occidental, podrían convertirse "en moneda de cambio".
"Un escenario en el que Al Assad amenaza con liberar a los prisioneros europeos, quizá trasladándolos a otro conflicto, país u ofensiva, como Idlib, a menos que se cumplan sus demandas es ciertamente posible y coincidiría con su conducta previa", subrayan los expertos.
"Existe poca certeza de que dejar a los niños y sus familias en estos campos garantice la seguridad europea; ciertamente existen pruebas crecientes de lo contrario", sostienen, apostando en primer lugar por la repatriación de los menores que han quedado huérfanos y también del resto, con permiso de sus familias, si bien apuestan porque las madres sean repatriadas junto a los menores "a menos que haya un peligro claro e inmediato para el bienestar del niño debido a la presencia de la madre".
Por otra parte, advierten de que optar por retirar la ciudadanía, como se ha hecho en algunos casos a personas que gozaban de doble nacionalidad, "no resuelve la cuestión y envía el problemático mensaje, que resuena como la propaganda de Estado Islámico, de que los musulmanes nunca 'pertenecerán' realmente a Europa". Por ello, apuestan por emplear todos los recursos disponibles para investigar y de ser necesario procesar a estas personas, y "rehabilitar, cuando sea posible, a los adoctrinados por Estado Islámico".
Mientras esto ocurre, defienden Francois e Ibrahim, es necesario crear en los campos de detención "infraestructuras tanto para la educación laica como para desaprender la ideología violenta" aprendida bajo el yugo de Estado Islámico, habida cuenta de que buena parte de los menores solo han conocido esa realidad y muchos de ellos nacieron durante el 'califato'. Además, de ayudarles de cara a su traslado a sus países facilitará "entender sus necesidades y conductas particulares", subrayan.
Como recuerdan a su vez Liesbeth van der Heide y Audrey Alexander en un extenso informe sobre esta problemática publicado por el Centro de Lucha contra el Terrorismo de la academia militar estadounidense de West Point, Estado Islámico siempre ha puesto un gran "énfasis" en los niños como elemento clave para garantizar su futuro y, "en particular en su cima, el grupo dedicó esfuerzos a implicar y formar a sus nuevas generaciones".
Algunos niños se enrolaron en el grupo terrorista por decisión propia, mientras que otros muchos se vieron "asociados a través de conexiones familiares o nacieron bajo el dominio de Estado Islámico", resaltan las autoras, incidiendo en que por tanto las experiencias de estos menores, en particular los de origen extranjero, "no son monolíticas" sino que varían en función de su edad, origen, género o estatus familiar.
Esto también afecta al "nivel de educación que alcanzaron, el entrenamiento que recibieron y el papel que desempeñaron" así como pueden afectar a "su exposición a la violencia", destacan Van der Heide y Alexander. Pero también está teniendo un impacto sobre ellos el hecho de mantenerlos en los centros de detención, sobre todo si no reciben la ayuda y el apoyo que necesitan en su situación.
Siendo realistas, inciden las dos expertas, algunos de estos menores relacionados con Estado Islámico "podrían pasar más tiempo desplazados o en centros de detención del que vivieron" bajo el 'califato' o en el caso de los llevados por sus padres a los territorios bajo control de Estado Islámico, podrían pasar "más tiempo en Siria que en su país de nacimiento, distanciándoles de la cultura, la comunidad o la familia a la que eventualmente podrían regresar".
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