Sabado, 28 de junio de 2025

Algaradas

Lo sentimos, no volverá a suceder

Pedir u ofrecer disculpas - que igual da si el que se excusa o pide perdón no es un hipócrita o un oportunista " convierte unos instantes de humillación en una credencial de fiabilidad personal. Pero para ello han de darse ciertos requisitos de sustancia, autenticidad, y de forma, inteligibilidad: que en quien se excusa se den condiciones propias de la bonhomía (o de la bonmuliería) -dignidad, crianza, moral y educación-, y que la excusa pueda ser interpretada correctamente, sin pifiarla aún más, de acuerdo con actualizados manuales virtuales y virtuosos de buenas costumbres. Se habrán fijado ustedes que piden perdón los papas - algunos sembrando confusión -, los reyes " algunos mal y tarde -, y los presidentes de gobierno y sus ministros - algunos inoportunos, otros imprudentes, todos casi siempre oportunistas impostando -. Lo piden cuando se ven pillados en un renuncio tanto grandes almacenes como sitios web, diputados y deportistas bocazas, actrices sobadas, productores sobones y una larga casuística en el que todos tenemos cierta y variada experiencia personal.

No es fácil pedir perdón o dar una excusa cuando se ha metido la propia pata o cuando se es responsable directo o indirecto de pezuñas, zarpas y otros remates apendiculares de propios, propias y afines. Y en el capítulo de meteduras cabe de todo errores, injusticias, desafueros varios e inclusive actuaciones equívocas en esa brumosa frontera de lo políticamente correcto, la estrategia electoral y la cobardía disfrazada de prudencia de estado para encarar diferentes formas toleradas de matonismo sectario. Me estoy refiriendo aquí a pegadas, pintadas, quemadas, ensuciadas, pitadas, intimidaciones, escraches, asaltos, ocupaciones, "expropiaciones", desalojos, agresiones y otras formas de violencia contra la dignidad, libertad e integridad del resto de los ciudadanos por parte de quienes detentan las consabidas patentes y bulas de impunidad maniquea, en los últimos tiempos siempre con banderolas en la misma gama de tonos de un mismo color. Me estoy refiriendo aquí a los desmadres espontáneos o programados de útiles "extremistas e incontrolados" que, a río revuelto, siempre se cuelan por las mismas puertas, y que tenemos que tolerar vergonzantemente bajo el paraguas de honorabilidad que, en principio, merecen concentraciones, manifestaciones y demás recursos de expresión ritual y civilizada de pesar, jolgorio o conflicto.

Si los inductores, promotores, organizadores o beneficiarios política y socialmente del resultado de estas demostraciones de fuerza - camuflados de espontaneidad y transversalidad sólo para ojos de cínicos y almas cándidas- se enorgullecen, se felicitan y se embolsan el rédito del esfuerzo grupal, creo que también está obligados "deberían estarlo por imagen, ética y responsabilidad " a poner nítidamente en evidencia a quienes violan las reglas del juego limpio, a quienes salpican la imagen de quienes se manifiestan con todo derecho y a quienes enturbian los motivos teóricos y formales de su manifestación. Aunque no sea fácil. Creo que alguien o álguiena debería exigir que álguienes o álguienas salieran de escena por impresentables. Creo que algunos - políticos por más señas " y aunque no les sea fácil, deberían pedir disculpa u ofrecer disculpas por los efectos colaterales de las movidas que promueven. O, al menos, dejar claro, muy claro, inequívocamente clarísimo para iluminados, consentidos, descerebrados, violentos, tontos útiles, así como para el común de la sociedad, dónde están y dónde no están, con quienes están y con quienes no están, hasta dónde quieren que se llegue y dónde están las líneas rojas, las amarillas, las moradas, las sebes y los valladares de una democracia sin adjetivos ni apellidos constrictores o minorantes (como el tétrico mote de "popular"). Porque poco hay más vergonzoso en el ya peligroso terreno de la complicidad con la violencia modulada e instrumentalizable que la existencia de guardianes de las revoluciones, no hay nada más arcaico históricamente y más venenoso socialmente en una democracia, en un estado de derecho, en Europa y en un ya avanzado siglo XXI, que inducir, tolerar o excusar vergonzantemente la actuación de piquetes.


(Abro paréntesis: No soy tan ingenuo como para creerme mi propio rollo posibilista. Nadie va a pedir perdón por nada. Faltaría más. Tras ocho años de Zapaterismo y los ocho que van viniendo de Rajoyismo, sé, como ustedes saben bien - salvo que ya estén encuadrados, formados y desfilando- cuál es el juego, cuáles son las reglas de ese juego, y "lo que es peor- cómo todos quieren jugarlo con distintas dosis oportunidad de estética y de vergüenza. Así que algo de pose y retórica cínica se pega. Lo sustancial sería identificar a los propietarios del copyright de este inacabable juego de rol. ¿Se atreven ustedes? Cerrado queda el paréntesis)


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