Sabado, 09 de agosto de 2025
otro resultado de la megalomanía
La Valquiria: demasiado empeño para pocos medios
Tras el Oro del Rin, este año se escenificó la Valquiria, una obra de mas de cuatro horas de música con momentos brillantes, algunos sublimes e incluso populares, en el sentido de que han pasado a formar parte del acerbo del pueblo, como la famosa cabalgata de las valquirias. Es sin duda una empresa formidable y encomiable a la par que algo osada abordar obras de estas exigencias en un teatro de las características del Campoamor y desgraciadamente la función se resintió por ello.
En primer lugar hay que señalar que tanto la dirección del maestro García Calvo como la ejecución de la OSPA no fueron plenamente acertadas. La obra comenzó con una lectura muy "pesante" que ralentizaba los tiempos confiriendo una sensación lentitud, de falta de brillantez y por tanto de alargar algo de por sí ya muy largo. Si a esto se suma que la OSPA no estuvo en absoluto "fina", con desajustes claros que fueron clamorosos en el primer acto y graves fallos en el viento, especialmente en los solos de trompa, da idea de lo que ayer se escuchó. Además esta obra requiere de una densidad orquestal que el número de profesores que caben en este foso hace inviable, si además no gozaron de aciertos ni en la ejecución ni en el ensamble el resultado no puede ser feliz.
De los intérpretes se puede decir que estuvieron mayoritariamente en una línea discreta con la excepción de tenor que abordó el papel de Siegmund.
Stuart Skelton, ya conocido en estos lares, interpretó magníficamente este rol. Al comienzo, quizá contagiado por la "pensantez" que imprimió el director a obra, su línea de canto careció de brillantez pero cuando en el primer acto invoca el nombre de su padre el dios Wotan nos hizo salir del letargo en el que estábamos sumidos y comenzamos a reconocer el gran intérprete que es. Fue sin duda lo mejor de la noche, nos regaló una interpretación apasionada, apoyada por una capacidad vocal más que notable y una línea de canto excelente.
Tomas Tomasson como Wotan estuvo por encima de la corrección, tiene una voz bien timbrada con graves estimables pero le falla el piano y estuvo desigual, con momentos notables como su dúo con Brunilda en el tercer acto, aunque el sólo final no haya estado a la altura de lo anterior. Con todo cumplió satisfactoriamente con su cometido.
La Brünnhilde de Elisabete Matos no estuvo a la altura de su papel protagonista, tiene un torrente sonoro amplio pero en el comienzo de su interpretación esa capacidad se basaba en el excesivo desgarro de la voz hasta el punto de la pérdida total de los armónicos en algunas notas, ésto lo fue corrigiendo a lo largo de la función pero a costa de la potencia. Su canto resultó plano, sin emoción salvo en algunos momentos como el dúo con Wotan. En definitiva el balance está muy por debajo de lo que se espera de la protagonista de la obra.
Nicola Beller Carbone fue una Sieglinde correcta, con poco potencial sonoro pero con belleza en la emisión y, después de un comienzo muy flojo, se fue creciendo hasta lograr arrancar bellos matices a la partitura.
Fricka, a cargo de Michelle Breedt se mantuvo en la discreción en todos los aspectos, tanto de emisión como de acentuación, resultando en ocasiones sin capacidad para ser adecuadamente oída, en una obra de máxima exigencia.
Hunding interpretado por Liang Li tuvo momentos de acierto como en el comienzo de la representación y un tono general aceptable.
Las 8 valquirias encarnadas por Isabella Gaudí, Raquel Lojendio, Sandra Ferrández, Mª Luisa Corbacho, Maribel Ortega, Marina Pardo, Anna Alas i Jové y Marina Pinchuk fueron un coro bien empastado y acoplado logrando con limpieza la disonancia que es urilizada para lograr el efecto de algarabía, uno de los momentos en que Wagner preludia más claramente la música del siglo XX.
De la dirección de escena, escenografía y vestuario a cargo de Michal Znaniecki, Krzysztof Przybylowicz, Karolina Jacewicz, Szymon Kabala (MOOV) Bogumil Palewicz, tengo que reconocer que me aburrió hasta la somnolencia con sus continuos "guiños" simbólicos, con el juego de dominó como eje director, que supongo que aludía al destino manejado por los dioses. Pecaron de abigarramiento por superposición, de tal manera que una pereza telúrica me impidió intentar descifrarlos.
Tengo que reconocer que la estética entre sesentera y revisteril del vestuario de Fricka me provocó una sonrisa y el Wotan entre reina drag y payaso me mueve a la ironía de calificarlo de ofensa al panteón germánico. Sí quiero señalar que la manía de tender a los personajes como la Valquiria mostrando los pies calzados confieren feísmo y vulgaridad a una imagen que debería albergar, se supone, algo de solemnidad épica. Wagner, tan mal humorado él, sin duda se habría irritado ante tamaña falta de respeto a la grandeza de su obra
Comentarios
Por LLanes 2015-09-14 15:23:36
coincido con nuestra afinada crítica en deplorar esa actitud irreverente y soberbia de querer adaptar a Wagner a los aspectos más viles de la modernidad. Escriban otras obras, y dejen sin tocar las que son cúspides de la historia de las artes.
Por espectador 2015-09-13 02:03:44
¿Quien firma esta basura de crónica?
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