Jueves, 16 de mayo de 2024
Respeto a lo sagrado
Hablar en la Iglesia y no arrodillarse
Antes de empezar la misa y más aún al término de la misma, sobre todo si es una boda, el murmullo de los asistentes degenera muchas veces en una verdadera algarabía. De otro lado, cada vez hay más gente que no se arrodilla delante del Santísimo cuando cruza frente al sagrario o durante la consagración. Ambas cosas parecen ir unidas, porque indican que no se respeta debidamente al Señor, o bien que no se cree del todo que allí esté verdaderamente Jesucristo.
Esto no ha surgido de repente sino que es el resultado de la labor de muchos años. Los templos de los que se ha retirado el sagrario, los bancos que no ofrecen posibilidad de arrodillarse y las alegrías litúrgicas de todo tipo acaban pasando factura. La deficiente catequesis, los sermones etéreos, la inhibición (o la colaboración) del clero ante estos abusos son otros factores a tener en cuenta.
El origen (teológico) de la genuflexión estaría ligado a la creencia de que en las rodillas residía algo así como una fuerza vital (cuando uno está mal dobla las rodillas y se cae). Arrodillarse significaría ceder nuestra fuerza ante el Señorío de Dios. Entonces, ¿quién en su sano juicio no se humillaría ante Dios?
Además no hay que olvidar lo que dice la escritura “De modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo” (Filipenses 2,10). Si hay que hacer eso ante el nombre, ¿No habra que hacerlo ante la persona?
Para terminar dos notas
Es evidente que ciertos ancianos e impedidos son excepción a la regla
Al parecer hay una tradición monacal de doblar la cintura profundamente en lugar de arrodillarse
FJGA
Columnistas
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