Viernes, 29 de marzo de 2024

Y no morir en el intento

Dirigir un colegio católico (2)

El director de un colegio tiene que conocer a sus profesores y al personal no docente del colegio. La gestión de personal es una de las facetas más delicadas y complicadas de la labor directiva. Y para eso hay que buscar tiempo para hablar con todos. Es verdad que el día a día lo pone muy difícil porque hay tantos frentes que atender que la jornada no tiene horas bastantes para todo. Pero es imprescindible buscar tiempo y charlar, formal e informalmente con tus profesores, con las señoras de la limpieza, con el personal de cocina, con los entrenadores deportivos. La cercanía, el afecto, la palabra de aliento, la palmadita en la espalda no pueden faltar. El director no puede ni debe convertirse en un ente inaccesible y permanentemente encerrado en un despacho. El profesor que pasa por un mal momento profesional o personal tiene que saber que tú estás ahí y que le vas a apoyar y a ayudar en todo lo que esté en tu mano; que al margen de horarios y convenios colectivos, cuando tienes una urgencia o una situación que lo requiera, vas a poder encontrar comprensión y apoyo en tu director. Si no eres capaz de querer de verdad a la gente que trabaja contigo y que está bajo tu dirección, no vales para dirigir un colegio. Y eso es imposible sin la gracia de Dios. La oración y la Eucaristía son la fuerza que debe impulsarte a ver en tus profesores y en tu personal al prójimo al que el Señor te llama a amar. Sólo así puedes encontrar la fuerza que necesitas para gastarte, para desgastarte cada día por los demás. La única autoridad que merece la pena es la que viene de la entrega generosa de tu vida por los demás: en este caso por tu personal, que es tu gente, tu prójimo. Si ellos se sienten valorados, apreciados, estimulados y reconocidos por ti como director, todo irá mucho mejor. Una de las claves fundamentales para que un colegio funcione es que las relaciones personales sean familiares. Si conseguimos crear un buen ambiente de trabajo y que las personas vayan a trabajar con ganas y con ilusión, habremos conseguido ya buena parte del éxito. Eso no significa que no haya problemas, discusiones, desencuentros, personalidades incompatibles entre sí y toda clase de fricciones a lo largo del curso. Y también habrá que curar muchas llagas y cargarse de paciencia. Mucha paciencia. Pero debemos tener claro que una cuestión fundamental para cualquier director es conseguir un claustro unido. Y que las personas son lo más importante. Y que tenemos que ser capaces de ponernos en el lugar del otro para intentar comprenderlo. Y que tenemos que ser buenos samaritanos para recoger de la cuneta a los que ya no pueden más y tratar de restañar sus heridas. Y todo, con la ayuda de Dios. Sin Él estás perdido.

Uno de los errores más frecuentes en los que caemos los directivos de un colegio en quejarnos permanentemente: "si tuviéramos profesores más jóvenes, más competentes, más comprometidos?"; "si los alumnos estudiaran más?" Eso es idealismo estéril. Dios nos da unos colegios con unos profesores que en muchos casos no has escogido tú. Y con esos profesores, con ese personal de administración y servicios, es con el que tienes que trabajar. Y esas personas son las que Dios te ha dado para que desarrolles tu tarea. Lo que tienes que hacer es quererlos, ayudarlos y poner al servicio de los niños los talentos que cada uno pueda aportar. E intentar minimizar las limitaciones que puedan tener. Los colegio ideales no existen. Existen colegios reales, con profesores reales, personas de carne y hueso, que sufren y se alegran, tienen hijos, pierden a seres queridos, sufren enfermedades y tienen defectos: exactamente igual que tú. Pero también son personas a quienes Dios ama y a quienes Dios ha puesto en tu camino para que camines con ellos hacia el Señor.

Y como los profesores son fundamentales para que un colegio funcione, la selección de personal es una de las labores más importantes del director. Se necesitan profesores competentes profesionalmente: que tengan los conocimientos precisos y que sepan transmitirlos. Pero en un colegio católico también es requisito imprescindible que los profesores sean creyentes, comprometidos y que vivan en coherencia con su fe. Nadie puede dar lo que no tiene. Y si lo más importante es llevar a los niños a Cristo, el profesor tiene que amar al Señor y vivir con el Señor: en Él vivimos, nos movemos y existimos. De nada me vale un profesor muy competente que transmita valores contrarios al Evangelio ni un profesor muy devoto que sea un incompetente en su desempeño docente. Y todo eso pone muy difícil la selección de personal. Probablemente nunca encontrarás a la persona ideal. Pero hay que intentarlo y no dejarse llevar por enchufes, amiguismos, presiones, etc.

Otro aspecto fundamental de la labor del director " pero también del resto del equipo directivo, del claustro de profesores y del personal no docente " radica en la relación con los padres. En todos los colegios (o en casi todos) se organizan asociaciones de padres, escuelas de padres, reuniones periódicas para informar, etc. Pero además de todo eso, con ser importante, el director del colegio debe ser una persona accesible y cercana. Es importante recibir a los padres con prontitud siempre que lo soliciten y atenderlos con educación, amabilidad y sensibilidad. Pero también es muy importante que al director se le vea: en la entrada del colegio a la hora de llegar los niños o a la hora de recogerlos, en los lugares de encuentro (en la cantina del colegio donde toman el café por la mañana las mamás que van a dejar a los niños o donde quiera que se junten en cada caso). Es bueno que el director conozca a los padres, que hable con ellos también de manera informal, que sea fácil llegar a él para hacerle una sugerencia o transmitirle una queja o una protesta. Desgraciadamente, todavía hay directores y profesores que consideran a los padres como el enemigo y que piensan que cuanto más lejos estén del colegio, mejor. O directores de despacho que están permanentemente reunidos y ocupados en cualquier cosa menos en lo más importante: atender a los demás como Dios manda. Los padres no sólo no son el enemigo, sino que deben ser nuestros aliados. Cuanta mayor sintonía haya entre padres y colegio, mejores resultados obtendremos. No olvidemos que tanto padres como profesores queremos lo mismo: lo mejor para los niños. Eso es lo más importante. Lo peor es cuando existen mensajes contradictorios y lo que se predica en el colegio se contradice en casa o viceversa. Entonces no habrá nada que hacer. Los colegios católicos están al servicio de la familia. Son los padres quienes tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Y los profesores colaboramos con ellos; no los podemos sustituir ni suplantar. Ni debemos. En consecuencia, cuanto mejor sea la relación entre el colegio y los padres, más fácil será educar a los niños. Y el director debe ser una pieza clave para que el padre se sienta a gusto con el colegio: cercanía, cordialidad, buena educación, amabilidad, escucha, apoyo y ayuda a los padres. Todo ello es labor de un director. Menos burocracia, menos papeleo y más amor al prójimo. Y en el colegio, el prójimo del director son los padres, los alumnos y el personal docente y no docente.

Y la confianza de los padres se gana buscando la excelencia en la educación que se les da a sus hijos. Porque al final, lo más importante de un colegio son los niños. Toda la labor de todo el personal de un colegio tiene como objetivo primordial cuidar, educar, instruir y amar a los niños. Un profesor que no ame a sus alumnos no es un buen profesor. Hay que conocer a los niños, descubrir y potenciar los talentos que Dios le ha dado; forjar su carácter; fortalecer su voluntad, para que sean libres y no títeres de sus pasiones; ayudarles a crecer en la virtud y a domeñar los vicios. Hay que conocer y llamar a los niños por su nombre y quererlos como son. Debemos ver en ellos a verdaderos hijos de Dios, a sus hijos predilectos, porque dijo el Señor que quien acoge a uno de esos pequeños, lo acoge a Él. Debemos dejar que los niños se acerquen a Cristo. Porque sólo Él les puede ofrecer una vida plena, sólo Él les puede hacer realmente felices. Y para conocer a los niños, hay que estar en el patio y preocuparse por ellos y que ellos sientan y comprueben que son importantes para ti. Y eso es fundamental para cualquier profesor. Y más aún para el director. El director del colegio y los profesores ocupan el lugar de los padres mientras el niño está en el colegio, que son muchas horas al día. Y como padres debemos mirar a nuestros alumnos. Y como padres debemos preocuparnos, cuidar y amar a los niños.

Que el Señor bendiga a tantos profesores y a tantos directores que se dejan la vida educando a nuestros hijos. Desgraciadamente, mucha gente no ve más allá de las vacaciones que disfrutan los profesores. Una pena.


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