Sabado, 20 de abril de 2024

estreno de la segundo titulo de la temporada

Curiosa Simbiosis de géneros musicales






La primera, atendiendo al orden de representación fue Las cuatro últimas canciones o lieder de Richard Strauss, obra por tanto de música instrumento-vocal pero no teatral y la segunda la ópera escrita por el compositor húngaro, Béla Bartók, El Castillo de Barbazul.

Supongo que esta mezcla está motivada por la brevedad de la ópera de Bartók, excesiva para llenar una función, pero no es la única pieza operística breve y este escollo se venía resolviendo tradicionalmente con el maridaje en una única función de dos obras de similares dimensiones que entre ambas alcancen la longitud media habitual en este tipo de representación. Pero en esta ocasión no se ha recurrido a este método no sé si por "innovar" probando a unir cosas heterogéneas o por motivos de economía, dado los tiempos que corren y que además no se trata de composiciones que gocen de popularidad. Reconozco que ignoro la razón porque se podría haber acudido a una obra como la "Voz humana" de Poulenc que requiere muy pocos medios, eso sí, escena. Y es aquí donde surge la perplejidad, no nos ha estado vendiendo esta directiva que la escena, es tan fundamental "o más" que el resto de los ingredientes que configuran la Ópera, ya que nos encontramos ante una creación esencialmente teatral, entonces ¿Cómo utiliza a manera de  "prólogo" de una ópera un concierto, con contenido vocal, sí, pero carente de alma escénica?

Otro lugar común, tanto de directivos como de  la Prensa, que de manera excesivamente evidente los apoya, ante las protestas, en ocasiones tumultuosas, del público a escenografías "infumables", fue el que este tipo de espectador sólo estaría de acuerdo con la escena de  una versión en concierto, por lo que no puedo evitar preguntarme ¿Han decidido hacer de la necesidad virtud y ante la notoria fuga de espectadores, consideraron llevar a la práctica aquello que afirmaban que cierto sector de público demandaba? No tengo ni idea pero todo puede ser posible.

Las cuatro últimas canciones de Richard Strauss son una de sus obras más inspiradas y conmovedoras, escritas en el ocaso de su vida, que no fueron precisamente sus años más gloriosos, están tocadas por el perfume de una honda pero exquisita melancolía expresada mediante una brillante orquestación que embriaga y envuelve al oyente, en la que la voz puntualiza los acentos mas marcados de la expresividad.

-Ricarda Merberh las interpretó con delicadeza, buen fraseo, musicalidad, buena técnica en la ejecución de los reguladores forte-piano y viceversa a pesar de que su voz bella está algo desflecada en los agudos,  tiene vibrato  y ha perdido fuerza en la zona media de la escala, pero esto es bastante habitual en las voces que han orientado su carreta a este tipo de repertorio. Poco a poco fue afianzándose y en la cuarta, "el ocaso", alcanzó una intensidad interpretativa que agradecimos como un soplo del verdadero talento.

-La OSPA estuvo magnífica, Richard Strauss siempre ha sido uno de sus "fuertes" como grupo aunque cambien directores e integrantes. Su sonoridad richardiana ejecutada con un tempo perfecto nos envolvió hasta embriagarnos. Ha sido un privilegio haber podido gozar de esta versión.

El Castillo de Barbazul es una obra notable, escrita a comienzos de la segunda década del siglo pasado, cuando todavía su autor bebía en la música popular de su Hungría natal transformándola mediante una transcripción culta o lo que es lo mismo cuando aún no se había "sacudido" por completo la herencia del romanticismo, a la par que recibe influencias del impresionismo francés "es un clásico hablar de la relación de esta obra con el "Pelléas et Mélisande" de Debussy-. Ambas características anidan especialmente en el discurso orquestal. Por el contrario en el vocal ya aparece la búsqueda de una nueva identidad sonora y armónica que alcanzará su plenitud años más tarde cuando su identidad creativa llegue a su total madurez, aunque no estén totalmente ausentes los toques impresionistas.

Bartók crea una obra alejada de toda realidad, simbólica, onírica y totalmente claustrofóbica en la que las 7 puertas son a la vez esperanza de huida y abismo fatal. Sus personajes parecen impelidos por un "fatum" siniestro que los empuja al horror y del que no son responsables.  Para caracterizar este dramatismo escribe unas partituras muy "duras" para la voz humana "obligando" a los dos personajes de la obra a cantar constantemente en zonas muy graves de su registro, con una acentuación muy enfatizada y escasamente melódica.

-Albert Dohmen nos ofreció un magnífico Barbazul, intenso, lleno de expresividad, seguros en los graves, con un buen caudal sonoro, sólo obscurecido en el recibimiento de Judith por un agudo inseguro, estrecho y mal colocado, un pequeño percance que en nada nubla una actuación plena.

-Ana Ibarra fue una espléndida Judith su emisión fue uniforme, segura, plena, acertada en los acentos, manteniendo la calidad en los constantes graves llenos de vigor vocal, nos transmitió la determinación suicida de la protagonista así como su ingenuidad.

-Rossen Milanov condujo a la OSPA con gran acierto en las dos obras a pesar de la diferencia de concepto que las separa, su versión fue una verdadera delicia para el alma y no digamos los oídos sobre todo en estos tiempos en los que tan poco habituados nos tienen en la temporada ovetense a estas calidades.

-Tim Carrol dirigió la escena, poco se puede decir, en una obra de estas características espacio-temporales casi todo "vale", por lo que ni me entusiasmó ni me disgustó, sí eché de menos algo más de protagonismo a las puertas, algo más estimulante que la puerta de un trastero con una bata colgada a pesar del juego de luces, en exceso evidente. No entendí demasiado bien la metáfora del cuarto desportillado donde discurre el encuentro entre los dos protagonistas ¿Quiere identificar la ruina, algo "costrosa" de la sala ocn la ruina moral de Barbazul a lo doriangrey?

-Georgina Lowe diseñó la escenografía y el vestuario, nada especial sólo me llamó la atención el vestido entre marinerito y tacheriano que endosó a Ricarda Merbeth  que no disimulaba las piernas poco lucidas de la cantante, se supone que el vestuario está para realzar las virtudes y esconder los defectos del artista y no al contrario Y ¿Por qué las dos damas iban uniformadas con el mismo diseño? Fue el único lazo que encontré entre ambas obras.

En definitiva asistimos a una velada de alto nivel y emociones intensas, agradezco que hayan representado una obra poco habitual de las programaciones operísticas y que lo hayan hecho con este nivel. ¿Sería demasiado pedir que no lo reservaran únicamente para este tipo de repertorio?

Cósima Wieck



Comentarios

Por vering 2014-11-26 00:41:48

De todas manera auguro una breve vida a este periodico si no se le da un poco más de vida a al contraste y a la discrepancia. Se echa de menos otras firmas. Es cierto, de todas maneras. En todo caso la pluaralidad de ideas es necesaria.En fin el fin no justifica los medios y la proxima deasparción de un cierto partido político en aras a lo carismatico... no justifica su desparición. Me parece que es así.


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