En los albores de esta “democracia” que nos “hemos dado a nosotros mismos”, eso sí, actuando como palmeros de los “nuevos señoritos”, hijos fundamentalmente de los jerarcas del anterior Régimen, sindicalistas y buscadores de fortuna varios, de esos que nuestra novela picaresca retrató fielmente, comentaba un ilustre jurista extranjero que la Constitución del 78 estaba muerta, a lo que un grupo de jóvenes abogados le contestamos, que efectivamente la habíamos visto muerta y que “cuatro duques la llevaban/ por las calles de Madrid/”, duques, por supuesto, progres y socialistas, de la nueva “corte política”, en la que los ducados como los doblones de los piratas de Su Graciosa Majestad, se conseguirían con el oro ajeno, como sucedía con el asunto en el que trabajábamos por aquellas lejanas fechas.    

      El problema, como ya se dijo muchas veces, es que no hay “piratas honrados”, ni “lobitos buenos”, en lo de “princesitas feas” parece ser que podemos estar de acuerdo, pero eso ya es una cuestión de gustos, aunque no compartamos los de la clase dirigente, caros, muy caros, chabacanos, superficiales y hedonistas.       

   Hoy, los nuevos pícaros que han acampado en nuestras Instituciones más representativas, proponen reunirse en asamblea única y exclusiva en las Cortes españolas y modificar la Constitución, no para darle aliento y vida, es imposible resucitar a un difunto, sino para administrarle el nuevo “Bálsamo de Fierabrás”, en forma de límites constitucionales al déficit público, dejando para los españoles agua, ajo, paro y una revisión histórica de lo acaecido entre caperucita ( roja, por supuesto) y el lobo feroz., incluidas acciones judiciales contra las sociedades que editan la obra con su contenido tradicional.       

   En una de sus bellas historias, relataba Guareschi, los deseos de aquel comunista revolucionario que con referencia a su entierro, y haciendo afirmación de su ateísmo, decía: civil y la banda.      

    Pues eso, para la Constitución del 78, laica por supuesto, adúltera con España por ser de baja cama con las potencias extranjeras,  mala “madre” para su hijo el derecho español, al que quiere inducir a la prostitución, y que dividió en vida el patrimonio nacional entre los adulterinos que llevaba en sus entrañas, ni duques, ni condes, ni hidalgos españoles en el entierro, el único que merece: civil y la banda, por supuesto compuesta por los “cofrades” de Genarin, al fin y al cabo su intelectual tiene mucho que ver en el entierro.                                    

                               Togas y Dignidad