Domingo, 19 de mayo de 2024

Catalanes en la Historia de España

Catalanes al servicio de la Monarquía Universal

Si España y el Imperio fueron lo que fueron, con sus aciertos y sus errores, fue en gran medida por la leal aportación de los catalanes quienes en modo alguno fueron, ni estuvieron, excluidos de los círculos de poder, ni fueron personajes secundarios de nuestra Historia, que es la suya y la de mis antepasados.

  El Imperio, la Inquisición (sí, sí, la Inquisición ), el Siglo de Oro, los Tercios, Lepanto, Orán, San Quintín, la Armada Invencible , Pavía, Ceriñola, etc. Todos ellos son episodios de la Historia de España entera, incluida Cataluña. Renunciar a España es renunciar a sí mismos, a lo que son, es repudiar a sus antepasados y a sus tradiciones, renunciar, en suma, a su propia catalanidad.

   Dada la actual deriva anticatalana y antiespañola de los partidos catalanistas, se hace preciso divulgar la participación y protagonismo de Cataluña en la Historia de España y así hacer ver el carácter antinatural del secesionismo, demostrando la naturaleza netamente anticatalana del catalanismo y del independentismo.  

 En otra ocasión ya abordé este mismo tema y, si en aquél momento nos centramos en el heroico y triste episodio que puso fin al Imperio Español (“Catalanes entre los últimos de Filipinas”, publicado en Dignidad Digital), en esta ocasión vamos a cambiar totalmente de etapa histórica y vamos a pararnos precisamente en el momento contrario, en el momento de mayor expansión y poderío del Imperio Español, el reinado del Rey Prudente, Felipe II.

  En aquellos tiempos, el centro del poder político era España y los otros polos de poder eran el Imperio Germánico, el Papado, Inglaterra, Francia y Portugal. España regía y disponía –no sin pocos esfuerzos- de los destinos de Europa, siendo los embajadores personas indispensables en la traslación de los designios de su monarca y en la representación de su grandeza. Eran, por tanto, los embajadores personas de la máxima confianza del monarca, los más afectos a su causa, sus súbditos más escogidos.  

 En este marco histórico, Felipe II confió en ilustres catalanes la representación y defensa de los intereses de España. Lo cual viene a demostrar la implicación e identificación de lo catalán y de los catalanes en el gran proyecto de la Monarquía Universal.  

   El primer ilustre catalán al que nos referiremos es Don Juan de Borja, conde de Mayalde, nacido en Bellpuig de Lérida en 1.533. A él le fue confiada la embajada de España en Portugal de 1.569 a 1.575 y posteriormente la del Imperio durante los años 1.577 a 1.581, dos plazas clave en el orden internacional de la época. El conde de Mayalde pasaría además a la historia del la literatura española como autor de la obra, escrita en castellano, “Empresas Morales”. En su último destino, Don Juan de Borja tuvo encomendada la defensa del mantenimiento de la alianza entre las dos ramas de la Casa de Austria y tuvo que lidiar con el emperador Rodolfo II, monarca excéntrico y soltero impenitente.  

 Sustituyó en 1.581 a Don Juan de Borja en tan importante destino, el también catalán, Don Guillén de San Clemente, quien prolongó su embajada ya fallecido el Rey Prudente y reinando su hijo Felipe III. Dado el gran número de residentes españoles en Praga por aquellos tiempos, Don Guillén de San Clemente dispuso de un sepulcro en la iglesia de Santo Tomás para aquellos compatriotas que fallecieran lejos de su patria. Curiosamente, dicha iglesia acogería los propios restos del embajador español al fallecer durante su comisión en 1.608.

  Pero si el Imperio Germánico era por aquél entonces importante ¿qué me dicen de Inglaterra? Recuerden, Inglaterra, recién separada de Roma, con un protestantismo “sui generis”, aun dubitativo y con el partido católico todavía con opciones de reconquistar el poder. Una Inglaterra de la que el mismísimo Felipe II fue rey consorte y a la que acaba de ascender al trono Isabel I. Pues allí, en ese Londres fascinante, pleno de tramas, conciliábulos y venganzas, Felipe II confió su representación al catalán Don Gerau de Spes, nombrándole embajador en 1.568, veinte años antes de la tentativa frustrada de invasión por parte de la Armada Invencible. Al combativo Don Gerau no le fueron bien las cosas en Londres: incapaz de mantener buenas relaciones con la corte inglesa, su casa fue asaltada durante unos tumultos, fue recluido y finalmente expulsado del país en 1.572.  

 Pero si España era la capital política de entonces, no podemos obviar la capitalidad espiritual -y también terrenal- del Papado. Allí envió en 1.564, como embajador, Felipe II a su gran amigo Don Luís de Requesens. Don Luís hubo de vérselas con el Papa anti-Habsburgo de Pío IV hasta que éste falleció y fue sustituido por Pío V, más proclive a la causa española. En 1.567 Don Luís fue enviado como lugarteniente de Don Juan de Austria en la armada que se preparaba contra los turcos y que finalmente se enfrentó a ellos en la mítica batalla de Lepanto, que cambiaría el curso de la Historia. Posteriormente , Don Luís de Requesens fue nombrado gobernador de Milán y de los Países Bajos, en cuya capital, Bruselas, falleció prestando sus servicios a la causa de la Monarquía española en 1.576.  

 Otra vez volvió a confiar Felipe II la embajada en Roma a un catalán, en esta ocasión se trató del noble Don Antonio Cardona y Fernández de Córdoba, V duque de Sesa. Llegado a la Ciudad Eterna en 1.590, el duque de Sesa, de talante reposado y reflexivo, fue capaz de mejorar las hasta entonces difíciles  relaciones con Sixto V. Tal debió ser el carácter del duque que, según parece, el propio Felipe II lo llamaba el “duque de Seso”.  

  En definitiva, y como acabamos de ver, Felipe II confió su más alta representación en las cortes más importantes de Europa a cinco catalanes. Cinco ilustres catalanes que sirvieron lealmente a su monarca en el acrecentamiento y mantenimiento del Imperio Español, Imperio que también fue obra suya y cuya historia, ahora, unos indocumentados tratan de borrar y sustituir por alucinógenas elucubraciones.

  Y es que, los catalanistas anticatalanes, se empeñan en hablar del Gobierno de Madrid, lo cual es una tremenda incorrección, pues no se trata del Gobierno “DE” Madrid, sino del Gobierno “EN” Madrid. El Gobierno de España radica físicamente en Madrid, pero no es el Gobierno “DE” Madrid, de los madrileños o de los castellanos, no, es el Gobierno del pueblo español que tiene su ubicación, su sede, “EN” Madrid y del que han formado y cuya voluntad ha sido modulada por compatriotas de todos los rincones de España, incluidos infinidad de catalanes.

  NOTA: el presente artículo ha sido redactado sobre los datos e informaciones contenidas en “Embajadas y embajadores en la Historia de España”, de Miguel Ángel Ochoa Brun.

 Alfonso Scruton


Comentarios

Por María Alú 2013-01-12 23:54:00

Estupendo trabajo de documentación de la verdad de la historia de esa parte de España que se llama Cataluña, espero que sigas en esta línea porque es fundamental para todos


Por Borja Lombardia 2013-01-09 11:15:00

Comentarios Esto nos viene como siempre al pelo. Vamos perdonando el actuar porque es cosa de cuatro iluminados, sin darnos cuenta que las palabras van calando poco a poco como si de la tortura china del gota a gota se tratase. ¿qué pasa al final? Muy sencillo, cabeza perforada. El problema es que ahora ya es una bola de nieve crecidita y difícil de atajar.


Por Covadonga 2013-01-07 10:27:00

Comentarios Muy bueno y ameno. Gracias por tomarte la molestia de hacernos este breve resumen que a los no eruditos nos viene de perlas.


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