Domingo, 06 de julio de 2025

de su intención de formar un gobierno en minoría

May acudirá a Buckingham para informar a la Reina

May confirma así su intención de continuar en Downing Street, para lo que se apoyará en un acuerdo con los unionistas norirlandeses que le garantice la gobernabilidad, sin implicar una coalición formal como la que los 'tories' sellaron con los liberal-demócratas la última vez que la Cámara de los Comunes registró un escenario sin hegemonías, en 2010.

Pese a la presión interna de una mandataria que ha fracasado en su apuesta por el adelanto electoral, May ha decidido maximizar los 318 diputados obtenidos, a ocho escaños de la hegemonía, y sumar mediante una fórmula por concretar los diez del Partido Unionista Democrático (DUP, en sus siglas en inglés) para alcanzar la barrera de los 326 escaños que suponen la mayoría absoluta en Westminster.

No en vano, el DUP, que ha ganado dos escaños en estas elecciones, por los 13 perdidos por los 'tories', son una de las pocas formaciones que en el referéndum de la Unión Europea apelaron a la salida, lo que debería facilitar su apoyo para las inminentes negociaciones que Reino Unido está a punto de comenzar, tras la activación oficial del proceso el pasado 29 de marzo.

Además, su ideología es conservadora, lo que los pondría en un marco político similar a los de Theresa May, si bien se espera que uno de los puntos de fricción se refiera a la frontera con la República de Irlanda. El DUP no quiere regresar a las fórmulas duras del pasado, pero tampoco desea facilitar ninguna solución que favorezca que una futura separación de Reino Unido.

CONVENCIÓN INSTITUCIONAL

Antes de dirigirse a Buckingham, la 'premier' ultima con sus asesores la estrategia más inmediata, en virtud de la convención constitucional que autoriza al partido que defiende su permanencia a intentar aprobar en el Parlamento el denominado Discurso de la Reina, es decir, el paquete de medidas legislativas preparado por el ejecutivo de turno, un baremo fundamental para demostrar su capacidad de aprobar leyes en el Parlamento y, por tanto, de garantizar la gobernabilidad.

El calendario de la Cámara de los Comunes lo tiene fijado para el 19 de junio y, a priori, están establecidos seis días de debate en la misma semana en la que la Unión Europea tenía previsto comenzar formalmente las conversaciones para el divorcio británico, una de las grandes incógnitas de la campaña, convertida ahora en enigma dada la incertidumbre en torno al próximo Gobierno.

No en vano, incluso después de que Reino Unido certificase el Brexit el pasado año, una vez más, el fantasma de la Unión Europea ha vuelto para atormentar a un mandatario conservador, tras el regicidio de Margaret Thatcher, las turbulencias de John Major a colación del Tratado de Maastrich y el suicidio de David Cameron con un referéndum más demandado en su partido, que en el país.

APUESTA FALLIDA

Theresa May había negado la posibilidad del adelanto electoral antes incluso de mudarse a Downing Street. Durante nueve meses lo había descartado en nombre de la estabilidad y de la prioridad que el Gobierno debía darle al Brexit, pero su ventaja en las encuestas y la aparente debilidad de su rival laborista la hicieron caer en una tentación que ya había hecho resbalar a su antecesor.

Animada por un reducido círculo de asesores, la 'premier' acabó convencida de que se encaminaba a una coronación que le permitiría ampliar su margen de maniobra para negociar, pero una cuestionable campaña, lastrada por errores estratégicos evitables que mostraron grietas en el liderazgo "fuerte y estable" que decía encarnar, provocaron una hemorragia en las encuestas que ha llegado hasta las urnas.

Su arriesgada apuesta por una convocatoria que, como el referéndum, no era un clamor entre la ciudadanía, dejó su continuidad letalmente expuesta al veredicto de las urnas, ya que cualquier resultado que no implicase una notable ampliación de la hegemonía parlamentaria de 17 que defendía supondría una derrota.

DESCRÉDITO

Sin embargo, ni los más pesimistas de su partido querían dar crédito a la posibilidad del parlamento sin mayorías anticipado por algunos sondeos, un desenlace que deja todas las opciones abiertas en materia de Brexit y que podría dilatar un proceso que comentó la cuenta atrás de dos años el pasado 29 de marzo.

Como consecuencia, el gran enigma de la campaña, que ninguno de los partidos quiso aclarar, afronta en el actual escenario sin mayorías más interrogantes incluso, sobre todo si el varapalo a May se interpreta con un rechazo del electorado a la salida dura planteada por la primera ministra con la salida del mercado único, de la unión de aduanas y de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Justicia.

Con todo, los tories no podrán hallar mayor responsable que su osada estrategia de jugarse las elecciones a la táctica personalista, apostándose la contienda a la carta del 'efecto Theresa May' con una campaña marcadamente centrada en una candidata cuya credibilidad quedó severamente cuestionada.

PRIMERA INTERVENCIÓN

Ya en su primera intervención, cuando el recuento indicaba que había perdido la mayoría absoluta, May había declarado que el mayor número de escaños sugeriría que los suyos deberían encargarse de generar "un período de estabilidad". "Y eso es lo que vamos a hacer", indicó. Sin embargo, había resultado destacable cómo la 'premier' había avanzado lo que su partido haría, en lugar de ella personalmente, en defensa del "interés nacional".

"Es lo que siempre he intentado en mis años como miembro del Parlamento y mi resolución a hacerlo es la misma hoy que siempre ha sido", había añadido. Sus palabras habían sido consideradas una fuerte indicación de que se preparaba para dar paso a un sucesor, no necesariamente de otras siglas, pero sí a un nuevo liderazgo.

"Independientemente de cuáles sean los resultados, los conservadores asegurarán que cumplimos con nuestra tarea de asegurar la estabilidad para que podamos avanzar juntos como país", había avanzado, si bien, de momento, su decisión pasa por continuar.


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