Se nos vendió que el "atractivo" del populismo estalinista era tan arrollador y "vendía" de tal modo que las televisiones privadas y por tanto capitalistas no es que lo promocionaran "intencionadamente" sino que lo utilizaban para conseguir altas cotas de audiencia. Una especie de paradoja los "anticapitalista" convertidos en una máquina de hacer dinero.

A la vez la crisis que azota al mundo occidental desde hace casi una década, y que se ensañó especialmente con España, no obstante, negada pertinazmente por el gobierno Zapatero,  actitud que conllevó  una desastrosa gestión de la misma y cuyo resultado fue la aplastante victoria del PP a fines del año doce. De modo que Mariano Rajoy fue fácilmente aupado por un electorado que recordaba la bonanza de la época Aznar y esperaba algo similar del mismo partido aunque su dirección  fuera otra. Esa esperanza fue duramente defraudada, el socavón en las arcas del Estado se intentó rellenar mediante el aplastamiento de las clases medias empobreciéndolas, vilipendiándolas e ignorándolas. El ministro Montoro aplicó medidas que expoliaron el ahorro de las capas que trabajan en régimen semi-esclavista para que una parte de sus conciudadanos, muchas veces más jóvenes que ellos, vivan de subsidios, sin trabajar.

Entre ese río de votos había muchos prestados por la urgencia de la situación, no obstante el PP se ha forjado durante los años de la democracia un sólido suelo electoral, en torno a los siete millones de votos, un electorado que le era fiel en su mayoría no sólo por su supuesta solvencia como gestor económico sino especialmente porque suponían que defendía los valores morales que ellos profesaban. A lo largo de las sucesivas ocasiones que alcanzó el gobierno, el PP no hizo más que traicionar esos principios morales cada vez con más ahínco, la última legislatura, con mayoría absoluta como nunca la había tenido, boicoteó el conato de reforma de la ley del aborto zapaterina en la que se transmutó un delito  en  un derecho. Tampoco modificó la ley de matrimonio homosexual y su derecho a adoptar a pesar de la oposición de una serie de científicos, alguno de ellos ateos como Santiago Grisolía pero también, Moreno de Avila o Segovia de Arana entre otros, quienes explicaban que asumir la educación de un niño dos padres o dos madres era un experimento y que para experimentar con seres humanos se necesitaba el consentimiento de los mismos, algo que un menor, por su propia condición, no podía aportar. Estas opiniones se enterraron en un espeso bloque de cemento a la manera mafiosa. La ciencia, la religión dogmatica actual, se obvia si no coincide con lo que los cocineros sociológicos desean.

Cualquier analista pensaría que el PP se daría un batacazo con este proceder, pero su gurú o jefe, -no se sabe, los presidentes pasan y él permanece-,  pontificó que el electorado del PP, aunque sus dirigentes los apaleasen a la puerta del Colegio electoral, no modificarían su voto porque ¿a quién iban a votar? En diciembre padecimos un espejismo, parecía que todo tenía un límite y el PP perdió casi cuatro millones de votos lo que no es demasiado si tenemos en cuenta que el bipartidismo parecía a punto de quebrar, debido a la irrupción de los dos nuevos partidos, surgidos casi de la nada y producto del profundo "cabreo" del pueblo español con los dos partidos que se habían venido turnando en el poder, con predominio de la izquierda en el tiempo, durante los ya cuarenta años de democracia por la desaforada corrupción, de manera que el llamado mapa electoral salido de las elecciones del 20D mostró tal división de voto que hizo imposible la formación de gobierno, dado el rechazo de los socialistas a formar un gobierno de gran coalición. Su coqueteo con Podemos -que pasó de proponer la ilegalización del catolicismo a ser socialdemócrata- al que reclamaba su adhesión a un supuesto gobierno de progreso, produjo tal ataque de pánico en los sectores católicos que incluso "el silente" presidente de la conferencia episcopal, monseñor Blázquez, recomendó a los fieles católicos que votaran a partidos que no atacaran el catolicismo.

Me pregunto, veinte días después ¿Si todo esto fue fruto del azar o se planeó escrupulosamente? ¿Actué según me dictaba la prudencia y el sentido común o sólo he sido un  "perrito" de Paulov, cuyas reacción esta previamente determinada por un científico que experimenta conmigo y con muchos como yo? Empiezo a pensar, que los que defienden que la única libertad posible que nos queda es no participar en el juego que nos imponen, tienen razón.

Teresa Salamanca