Viernes, 19 de abril de 2024

EL ORIGEN DE CATALUÑA Y EL INDEPENDENTISMO (VIII)

Manipulando la historia que conviene

Aquí me permito un inciso, para tratar de repetir sin ser obstinado, la desvinculación de iure del condado respecto a la monarquía francesa fue obtenida en el tratado de Corbeil (1258) por el rey Jaime I, que por entonces era rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca, así como conde de Barcelona. Según este tratado, Jaime I renunciaba a sus derechos sobre los territorios situados más al norte del Rosellón, Conflent y Cerdaña, mientras que el rey de Francia, Luis IX, renunciaba a estos condados y a los de más al sur, entre ellos el de Barcelona, cosa que nos limitamos a recordar, pues ya lo hemos visto anteriormente.

La desvinculación De iure, es una locución latina, que significa literalmente «de derecho», esto es, con reconocimiento jurídico, legalmente. Se opone a de facto, que significa «de hecho», que es lo que hizo el tal Wilfredo el Velloso, Baluarte de la independencia de Cataluña, según algunos pseudo-sabios-historiócratas. Por ejemplo, un país puede ser independiente de iure con reconocimiento de Naciones Unidas y del resto de países, pero en la práctica es un estado satélite, es decir, su independencia puede ser ficticia y sus mecanismos de poder están dominados completamente por otro país. Un gobierno de iure está investido con todas las garantías jurídicas, pero puede ser incapaz de ejercer sus poderes legítimos porque un gobierno de facto los ha usurpado. No parece ser que sea España quien intente usurpar de facto la soberanía de nadie, es más bien al contrario, y a los hechos me remito, ya que para poder entender, sólo hay que saber ver, leer y comprender, y no obcecarse en interpretar designios históricos que nunca te han sido otorgados. Yo, como español, me siento orgulloso de los valientes catalanes que nos han acompañado a lo largo y ancho de nuestra historia, los que combatieron en la guerra civil de principios del siglo XVIII, que la fiebre enfermiza del catalanismo independentista quiere presentar falsamente como un conflicto independentista catalán, cuando en realidad fue un enfrentamiento dinástico, la Guerra de Sucesión Española de 1701, convirtiendo a Rafael Casanova i Comes como un icono nacionalista, cuando no pretendía la independencia de la nación catalana, si no la defensa del pretendiente austriaco frente al borbónico, ¿su culpa?, ser la máxima autoridad militar y política de Cataluña durante el sitio borbónico de Barcelona. Nos estamos refiriendo a la Guerra de Sucesión Española. Precisamente esta última fecha se ha convertido en el icono del nacionalismo catalán. La Guerra de Sucesión fue un conflicto entre los partidarios de Felipe V, de la dinastía borbónica, y Carlos III, de los Austrias, para ocupar el trono español. En ningún caso fue un enfrentamiento entre Cataluña y el resto de España, ya que en los dos territorios había partidarios de ambos contendientes. Felipe V juró las constituciones locales y otorgó privilegios. Las instituciones catalanas apostaron por Carlos después, ante el temor de un estado borbónico centralizado.

Tras retirar Carlos su candidatura, los catalanes no pensaron en crear un estado independiente, ya que eran soberanistas y respetaban el poder real. Y, contra lo que se afirma, Rafael de Casanova, el conseller en cap al que se homenajea en la Diada, no murió en el asalto a Barcelona el 11 de septiembre de 1714, sino que fue herido. Después se le amnistió y continuó con su oficio de abogado.

Los Decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V, están considerados como el origen de los males de Cataluña en los últimos 400 años. Se suprimieron las instituciones catalanas y se prohibió el uso del catalán en la Real Audiencia de Cataluña, el organismo que administraba e impartía justicia. El pueblo continuó hablando catalán sin que nadie lo prohibiese e incluso se usaba en los pleitos civiles, ya que seguía vigente el derecho civil propio. Además, la supresión de los aranceles internos favoreció el surgimiento de la próspera burguesía catalana, además, no olvidemos que fue preci9samente un catalán, el Marqués de Castelldosrius el embajador de España que reconoció a Felipe V como soberano.

El Ayuntamiento de Barcelona tuvo que modificar la guía editada en 2010 en inglés Welcome to Barcelona, dirigida a empresarios y profesionales llegados a la ciudad, en la que afirmaba que el 11 de septiembre se «conmemora la derrota de los catalanes ante las tropas de Felipe V, lo que provocó la pérdida de su independencia». La Monarquía suprimió las seis universidades existentes, pero creó la Universidad de Cervera, localidad que había apoyado al Borbón. Coincidiendo con el auge del independentismo, el ayuntamiento de esta localidad, gobernada por CiU, quiso limpiar su imagen y, por eso, lanzó una campaña en la que argumentaba  que, tras la guerra, falsearon en Madrid su respaldo a Felipe V para conseguir fondos para reconstruir la ciudad.

Como el resto de los españoles, los catalanes también resistieron al invasor francés en el Bruch y en el asedio de Gerona, y no deja de ser significativo que una de las heroínas españolas más significativas de la Guerra de la Independencia fuera la catalana Agustina de Aragón.

Como el resto de los españoles, también los catalanes combatieron en 1859 en Marruecos, a las órdenes de un General catalán llamado Prim.

Como el resto de los españoles, los catalanes sufrieron también el desastre de 1898. Cuatro de los últimos 33 soldados de Filipinas fueron catalanes. Como el resto de los españoles, en suma, sufrieron las alegrías y tristezas de la Historia de España, sin excluir la Guerra Civil de 1936 en cuyos dos bandos participaron, sin olvidar al Tercio de Monserrat, que encuadrado en el Ejército Nacional, dejó su sangre en la Batalla del Ebro. Pero, claro está, que la mente enferma del nacionalismo catalán se obstinará una y otra vez en cambiar la historia a su antojo, y olvidar lo que le interese olvidar para su propio beneficio egocéntrico.

Historiadores catalanes como Ribera de Perpejá, incluso el propio Ramón Muntaner, Bernat Desclot entre otros, han dejado bien claro que Cataluña, no era ni ha sido nunca otra cosa que España. Nada de esto puede extrañar, si se tiene en cuenta que guerreros tan catalanes como los almogávares se lanzaban al combate gritando no Cataluña, sino "¡Aragón! ¡Aragón!"!Pero no puedo dejar de lado y en el olvido las pretensiones falsificadoras de aquellos pseudo-historiadores pillados in-fraganti como por ejemplo un tal Bofarull, y es que los historiadores catalanes, cuando tratan de sus relaciones históricas con otras regiones, tienen el complejo de inferioridad que les proporciona el hecho de no haber existido nunca el reino de Cataluña y sí el condado de Barcelona. No llegamos a entender la razón, ya que precisamente de honor, está llena la historia de España engrandecida de grandes personajes catalanes, como es innegable y sería de necios negar.

No obstante, no han sido pocos los que se han dedicado a manipular, distorsionar y falsificar documentos, sobre todo a partir de 1848, cuando Próspero de Bofarull y Mascaró, dirigía el Archivo de la Corona de Aragón, sede en Barcelona. Fue en 1856, cuando Bofarull publicó el volumen 11, de una colección en la que pretendía transcribir y analizar incunables obrantes en el Archivo de su dirección, correspondiente al Llibre del Repartiment del Regne de Valencia (Registros de Cancillería 5, 6, y 7).

Bofarull se dedicó a tachar, rayar, eliminar y suprimir datos contenidos en el "Llibre de Repartiment", que manipuló de forma que le sirviera a sus intereses romanticistas, expansionistas y colonialistas catalanas. En el Registro 5, se  observaron asientos sobreescritos por unas rayas, trazadas sobre el texto, que dificultan la lectura de lo anulado. Otros están cruzados por dos líneas en aspa, siendo más fácil transcribirlos.

Luego, el investigador doctor y catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia, Antonio Ubieto Arteta, se fue al libro de Bofarull y se percató de que de los seis primeros asientos eliminó los números 1, 2, 4 y 6, lo que suponía cargarse el 66 por ciento del documento. Curiosamente, los suprimidos correspondían a donaciones hechas a navarros y aragoneses, y a ningún catalán. De esta manera, a Bofarull, al final, le pudieron cuadrar las cuentas y, eliminados los no catalanes, resultó que la mayoría de los que fueron con Jaime I a Valencia eran catalanes. Uno de los que fue arrastrado al engaño y en su obra transmitió la bola fue don Teodoro Llorente, quien con Bofarull, dice que al repartir el botín Jaime I en Valencia dio 1.018 casas a los catalanes y 597 a los aragoneses, dando a entender que fueron mayoría catalanes los que acompañaban al monarca aragonés en la reconquista del Reino Moro de Valencia, lo cual es falso, pues Bofarull para que le cuadraran las cuentas catalanistas se puso a tachar como un loco numerosos asientos correspondientes a navarros y aragoneses.

La catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, la valenciana Amparo Cabanes, ("Geografía y repoblación". Alicante 1984) es la que mejor ha estudiado el "Llibre de Repartiment", y le salió que a aragoneses les dio 620 casas, a catalanes 383 casas y a franceses 80 casas, siendo imposible identificar los titulares de otras 800 casas.

Se trata de unas 2.000 personas llegadas de fuera a una ciudad en la que había unos 20.000 moros, en un reino en el que vivían algo más de 200.000 personas,  lo que viene a ser solamente un 10% del censo de la ciudad, con lo cual, hierra a propósito Bofarull argumentando que la mayoría de la población era de origen catalán. ¿Consecuencias? Entre otras, que el valenciano no provendría del catalán, sino que sería la lengua que encontraron en esas tierras los repobladores. Y que lo de los Països Catalans es un cuento. Y que se cae la Gran Catalunya soñada por el nacionalismo y consellers de la Generalitat, haciendo misa y doctrina de un falsario como Bofarull, quien por cierto también se inventó lo de "confederación" para no decir "Corona de Aragón"

En 1714 no hubo ninguna guerra catalana-española, que Cataluña no participó en ninguna derrota bélica. Fue una guerra entre dos candidatos a la Corona de España, vacante desde la muerte de Carlos II sin descendencia: entre un candidato de la dinastía de los Borbones (de Francia) y otro de la de Austria (de tierras germánicas). En todos los territorios de la Corona de España hubo austracistas y borbónicos: por ejemplo, Madrid, Alcalá y Toledo lucharon en el mismo bando que Barcelona. Los catalanes que luchaban contra los borbones (no contra los castellanos) no querían en absoluto la independencia, sino que luchaban para que el candidato austríaco se convirtiera en titular de la corona española, y no el pretendiente francés, que era Felipe de Anjou.

Antes de 1700 Catalunya no era independiente, sino que era un territorio con instituciones propias integrado dentro de la Corona Española desde hacía siglos. Aquel año, el rey Carlos II,  murió sin descendencia y se inició una guerra de Sucesión al trono (no de Secesión soberanista) entre dos candidatos: Felipe de Anjou -francés- y Carlos de Habsburgo -alemán-. En todos los territorios de la Corona hubo seguidores de uno y otro candidato. Las instituciones catalanas primero juraron fidelidad a Felipe de Anjou (Cortes de 14 de enero de 1702, en Barcelona), pero después una flota anglo-holandesa a favor de Carlos desembarcó en el río Besós (el 25 de agosto de 1705) y conquistó Barcelona ante la indiferencia de la población. El 16 de octubre las instituciones catalanas reconocieron a Carlos como rey de España.

Finalmente, la guerra acabó con la renuncia de Carlos al trono (pues había sido elegido Emperador del Sacro Imperio) y Felipe V no tuvo oposición: amnistió a los dirigentes de la revuelta austracista, pero abolió las instituciones catalanas, creando un estado centralista a imitación de la Francia de aquel momento. Cabe recordar que las instituciones del s.XVIII eran estamentales, propias del feudalismo: representaban a la aristocracia, burguesía y alto clero. Defendían, por lo tanto, los intereses de estos. No existía un Parlamento como el que conocemos hoy en día, ya que soberanía nacional y popular son conceptos posteriores, no conocidos en el momento de los hechos.

 No fue, como intentan venderlo, una guerra de secesión, sino de sucesión: ningún bando aspiró nunca a romper la unidad dinástica entre Castilla y Aragón, ni la separación de Cataluña el mito de la Diada es una mentira más que la manipulación y el adoctrinamiento han generalizado ante la mirada pasiva del interés político por permanecer mudo mientras su bolsillo se va llenando de papel moneda ajeno, el mismo que le sirve en bandeja la burguesía catalana, que  es fundamentalmente una burguesía proteccionista: Acude a Madrid para que suban los aranceles y con eso poder tener el monopolio del mercado español para sus productos. Por ejemplo, la industria textil catalana se desarrolla gracias a los aranceles que nos obligan a pagar al resto de los españoles, comprando unos productos que podemos comprar más baratos en el extranjero. Pero, tenemos que comprárselos a ellos porque forman parte de España. En Cataluña no ha habido empresarios de verdad, arriesgados e innovadores como, por ejemplo, en el norte de Italia donde se creó la FIAT y otras empresas líderes del automóvil, arriesgando estas burguesías su capital. En Cataluña la burguesía se limitó, por ejemplo, a esperar a que Franco decidiera, con capital público, crear la SEAT, filial de la FIAT e instalarla en Barcelona. La burguesía catalana arriesgó e innovó muy poco a diferencia de otras burguesías europeas.


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